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Desde hace meses, mejor dicho: desde hace años que venimos guardando silencio. Porque las víctimas tenían miedo, sentían vergüenza, no se sentían seguras y no radicaban la denuncia, hemos concluido una y otra vez que era necesario respetar esas voluntades. Las situaciones nos llenaron de impotencia en cada ocasión, sentimos la frustración de no contar con las herramientas necesarias para poder frenar estos atropellos, esta lasciva violencia invisibilizada ante los ojos de toda la comunidad de la carrera de Filosofía. Pero hoy decimos ¡BASTA! Basta de impunidad, basta de silencio, basta de esconder la basura debajo de la alfombra porque el olor a podrido nos está asfixiando, no nos deja respirar.
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El profesor Marcelo Lobosco, docente de Didáctica Especial para Filosofía, ha acosado a estudiantes y a docentes, ha ejercido violencia machista, ha abusado del poder simbólico e institucional que le otorga su cargo en la Universidad. No lo queremos más en nuestras aulas, lo consideramos una persona peligrosa.
Como dijimos, hasta ahora nos habíamos callado, incluso cuando desde hace unos meses estamos al tanto de la existencia de, al menos, seis (6) denuncias en su contra radicadas en la Facultad de Humanidades. Algunas de las personas denunciantes nos pidieron que, por favor, esperemos los tiempos institucionales para difundir la situación. Aguardamos, una vez más. Aguardamos, pero los tiempos institucionales no son algo aséptico, los tiempos institucionales son definiciones políticas y evidentemente, tras largos meses de espera, comienza el año y no hubo ninguna noticia al respecto. Ante este silencio cómplice -parecido al que se suscitó por parte del Rector Morea cuando salió a la luz que uno de los involucrados en el asesinato de Silvia Filler, ejecutada en una asamblea por la CNU en el año 1971, tenía un puesto como trabajador no docente-, ante este silencio institucional, gritamos ¡BASTA DE ACOSOS! ¡BASTA DE VIOLENCIA MACHISTA EN LA UNMDP! ¡AFUERA LOBOSCO!
Es muy difícil avanzar en el resquebrajamiento del patriarcado, ya que está enquistado en todos los aspectos de nuestras vidas, desde lo macro hasta lo micro, desde lo cotidiano hasta lo institucional. Las relaciones que vamos tejiendo desde que nacemos están atravesadas por la lógica patriarcal, es algo que no se cuestiona, ni siquiera hay lugar para pensarlo. Lo que está dado, como el capitalismo, suele presentarse como el único mundo posible. Los mecanismos de defensa de estos órdenes instituidos, a través de los cuales unxs oprimen a otrxs, son muy ágiles, mucho más que los mecanismos de resistencia, de cuestionamiento y de combate. Así, muchas experiencias opresivas, violentas, aplastantes y frustrantes han permanecido ocultadas y silenciadas en el ámbito de lo privado, de lo que no se habla porque no es pertinente, de lo que queda fuera de lugar, en un territorio sin leyes, o mejor dicho, con la ley del machismo. El mismo mecanismo que permite la proliferación del maltrato sistemático, del acoso sexual, de la violencia física y psicológica que doblega a las mujeres y a todxs lxs subalternos en el orden alfa-simbólico, ése mismo mecanismo tiene un reverso que implica mantener todas estas prácticas despojadas de entidad, eliminadas del discurso y condenadas al ocultamiento estrangulante. Las instituciones universitarias no son la excepción y asistimos a la reproducción del mecanismo, al pie de la letra, ejecutado por personas concretas que ostentan los puestos de poder: de Lobosco no se habla.
Entonces, romper el silencio es una decisión política. Nosotrxs tomamos la decisión de hacer pública esta situación como una tarea militante, porque consideramos que la realidad nos interpela y nos exige poner en palabras lo que aún sigue careciendo de las mismas. No es fácil, porque romper el silencio implica romper una inercia anquilosada, pero no seremos cómplices del ocultamiento. Por el contrario, hoy damos un paso más hacia la construcción de lazos solidarios, organizados y feministas, que respalden a toda víctima del patriarcado, con toda la fuerza y la potencia provenientes de la convicción de que nuestra lucha es justa.
Para ser claros, estos son algunos de los ejemplos que ilustran la violencia que denunciamos:
1) Aprisionó del brazo a una docente y, ante su resistencia, la atrajo con fuerza hacia sí. Todo sucedió bajo la mirada de terceros, a quienes realizó el clásico guiño machista, algo así como: “se hace la que no le gusta pero en el fondo lo quiere”. Imposición y humillación;
2) Mientras esta misma docente daba un concurso, la puerta del aula permanecía abierta. Al pasar Lobosco por el pasillo, la identificó y sin detenerse le gritó: “¡bruja!”;
3) En una ocasión en que iba a saludar a la docente, la forzó y le dio un beso en la boca. No hace falta aclarar que no había consentimiento;
4) En reiteradas ocasiones, les ha pedido los números de teléfonos particulares a las estudiantes con el pretexto de mantenerlas informadas respecto a cuestiones de la materia. Innumerables fueron los casos en los que nos enteramos de llamadas nocturnas con invitaciones insistentes -en algunos casos, noche tras noche-, extorsiones respecto a las calificaciones o inclusive la invención de encuentros de la cátedra en algún bar, los cuales desembocaban en una cita forzada entre el docente y la estudiante “seleccionada”;
5) Ha insistido de manera obsesiva en “invitar a salir” a estudiantes mujeres, en el espacio de la clase, frente al resto de lxs compañerxs y ha redoblado la apuesta cuando sabía que esas personas tenían pareja;
6) En reiteradas ocasiones, hizo quedarse después de clase a una estudiante, en el horario nocturno, con la excusa de discutir cosas de la materia, inmediatamente comenzaba a hacerle comentarios sobre su vida personal y a realizar una pantomima psicoanalítica. A veces, la estudiante le pedía a un compañero que la esperara afuera, pero en una ocasión que este compañero no estaba, tuvo que llamar a su padre para que la fuera a buscar porque se sentía intimidada y atemorizada ante la actitud insistente e invasiva, la cual llegaba a incluir el seguimiento por los oscuros pasillos. Esta compañera comenzó a sentirse tan mal que dejó la carrera;
7) No ha aceptado adscripciones -desconociendo el reglamento- cuando quien se presentaba no podía asistir a sus clases aunque sí pudiera estar presente en otras de la misma materia, donde se radicaría su exposición;
8) Ha puesto a lxs estudiantes de rehenes en sus peleas con otro docente de la cátedra: cada uno ponía un criterio de evaluación diferente y eran necesarias las dos firmas, si se hacía según el criterio de uno, el otro no firmaba;
9) Ha maltratado verbalmente a los estudiantes varones -o a los que Lobosco considera varones- al punto de insultar a un compañero: “vos sos tonto”;
10) Ha bloqueado el paso, con su propio cuerpo, a una estudiante cuando quería salir del aula para retirarse;
11) En una ocasión, otro docente le aconsejó que no molestara más a las estudiantes mujeres y que no las tocara. La respuesta fue: “soy amigo de muchos jueces”.
Por todo esto, afirmamos que Lobosco debe ser removido de sus cargos en la UNMdP. Ya sabemos que las autoridades inventarán excusas de cualquier tipo, intentarán desmarcarse aduciendo que no es pertinente su intervención o intentarán dilatar las cosas para que se disuelvan con el paso del tiempo, como suelen hacer ante situaciones graves. Hoy mismo, en la sesión de Consejo Departamental de la carrera de Filosofía, la directora del departamento afirmó que el expediente no ha avanzado porque “no se hallaron las pruebas como suficientes”. Estas evasivas no harán más que reproducir las estructuras de dominación patriarcal disfrazándose de formalidades y tiempos institucionales, como de hecho ha venido sucediendo.
No obstante, exigimos fervientemente que el Departamento de Filosofía y el Consejo Académico de Humanidades de la UNMdP se expidan al respecto, que den lugar a las denuncias que están cajoneadas desde hace meses y que tomen cartas en el asunto. Mientras Marcelo Lobosco continúe a cargo de una cursada, lxs estudiantes y lxs docentes continuaremos siendo víctimas potenciales o concretas de su violencia patriarcal y de la perversión institucional.
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