Crónica de una Traición Anunciada
violencia es mentir
Los militantes de la Asamblea de Filosofía, por medio de la presente comunicación, cuya difusión fue decidida en una reunión pública el miércoles 21 de Marzo, desmienten las declaraciones formuladas el lunes 19 del corriente por parte de los consejeros Eduardo Assalone y Francisco Casadei. Queremos consignar aquí que bajo ningún concepto la Asamblea de Filosofía resolvió agredir físicamente a ninguna persona, estando ese tipo de hechos muy lejos de constituir sus objetivos políticos.
Los consejeros calumnian e injurian a sus propios compañeros impunemente e incurren en una falta de probidad al seguir detentando cargos mandatados por una organización a la que desconocen, llegando al punto de dictaminar su muerte. Los consejeros advierten elocuentemente que “si bien es cierto que la Asamblea ha muerto, no es menos cierto que estaba muerta desde hace ya bastante”. La pretensión adversativa de la primer parte de la oración no se confirma en la segunda: en realidad, podría haberse dicho simplemente que “hace tiempo la Asamblea ha muerto”. El decretar la “muerte de la Asamblea” por parte de los consejeros no puede ser sino una ambición insólita, al menos hasta tanto se encuentren formas de “eugenesia” política o de administración de certificados de defunción de expresiones colectivas. Un ejemplo palmario de la vitalidad de la Asamblea se advierte en la decisión (asentida por una numerosa concurrencia) de dar a conocer este comunicado. De otra parte, sería interesante escuchar de boca de los consejeros, una explicación acerca del concepto de “legitimidad autoconcedida” que mencionan en su denuncia. ¿Acaso no es legítimo que un grupo de personas se reúnan en Asamblea a través de una convocatoria pública? ¿En qué sería impugnable que se autoconcedieran la legitimidad?
Los hechos que referiremos aquí son de una gravedad que es preciso subrayar en toda la línea. El más pregnante de ellos consiste en usurpar cargos electivos arrogándose su titularidad, cambiando de filiación una vez que hubieron accedido a ellos; modificando radicalmente el sentido de las acciones políticas, y desconociendo el carácter mandatado de los cargos en las formas de organización asamblearia. Todas estas son causales para exigir que los consejeros, caso de tener escrúpulos, presenten la renuncia a los cargos que ejercen espúreamente.
Éste que aparece primero es el último de una prolongada serie de acontecimientos recusables. Será preciso enumerar, para echar un poco de luz sobre algunas cuestiones mencionadas por los consejeros, los “crímenes” políticos que determinaron su separación de la Asamblea. Estas cuestiones atañen concretamente a las acciones de algunos compañeros, que la apreciación colectiva ha juzgado como contrarias a las convicciones y valores abrazados por la Asamblea. Entre ellos se cuentan el manifestar que efectuaron aviesamente grabaciones no consentidas en asambleas y reuniones de militantes; tener conversaciones privadas con personas que forman parte de la gestión de la Facultad, transmitiéndoles datos confidenciales; extorsionar con el vaciamiento del claustro graduado en el Consejo Departametal, sugiriendo falazmente tener en sus manos la renuncia de la Consejera graduada Catalina Barrio; tomar decisiones particulares sin cumplir los mandatos del colectivo, tergiversando información sobre situaciones de hecho; no asumir cargos electivos en el Consejo Departamental, delegando la responsabilidad y la exposición en otros compañeros, priorizando sus propias situaciones personales por sobre las ajenas; no afrontar tareas decididas colectivamente; negarse a debatir sobre temas puntuales; tener una exigua participación en la campaña para las elecciones de los claustros graduado y estudiantil; no admitir el haber suscripto la decisión de romper el vínculo Asamblea-Espacio, negando haber firmado el documento que daba cuenta de esa decisión, cuando en efecto lo hicieron; ocuparse de la cooptación de compañeros a través de la conspiración y la falsedad ideológica; retirar el apoyo a los representantes estudiantiles y graduados en el consejo departamental; negar y minimizar tareas de la Asamblea, apropiándose asimismo, de algunas de ellas a título personal; valerse del trabajo ajeno para su propia vanagloria, adueñándose, por ejemplo, del Seminario Colectivo de Filosofía Contemporánea, y proponiendo invitar a participar en él a sectores anuentes a la gestión de la Facultad; hacer afirmaciones de veracidad dudosa sobre la negativa del respetado docente Andrés Crelier a dar su consentimiento para la realización del Seminario Colectivo en el caso en que militantes de la Asamblea decidieran participar de él, limitando, contradictoriamente, el acceso de los mismos a un espacio de conocimiento y debate pretendidamente amplio e irrestricto; esgrimir los cargos y posiciones que detenta cada uno como principio de autoridad, en desmedro de la horizontalidad que dicen defender, práctica que puede achacarse también a algunos militantes del espacio llamado Deconstrucción Asamblearia, quienes, invocando sus cargos de representación estudiantil, expresaron discutibles opiniones sobre la Asamblea de Filosofía sin haber participado nunca en ella, lo que implica no tener conocimiento cabal de la situación; apropiarse de los archivos de la Asamblea conservándolos en su domicilio particular; afirmar que eran expulsados en tanto practicaban mecanismos de auto-expulsión; tomar decisiones sobre convocatorias a Consejo Departamental a espaldas del mandato de la Asamblea; usufructuar consignas y símbolos característicos de la Asamblea para su militancia en otro espacio; promover la separación en la militancia de los claustros, siendo que el común de la Asamblea pretendía reunirlos, basándose en auténticas premisas igualitarias (Léase «Papanazi»); calumniar a compañeros a través de diversas vías de comunicación, entre ellas, en el importante afiche, confeccionado por la Asamblea, que hacía referencia a la desaparición de Luciano Arruga.
Los anhelos de aniquilación de la Asamblea se expresan tanto sea en palabras como en acciones, y se reflejan con claridad en la inspiración del comunicado de los consejeros, quienes queriéndolo o no, convienen con la gestión de la Facultad en la calidad de sus objetivos.
Los consejeros hacen una innecesaria referencia a la situación de estar “esperando el colectivo” al igual que otras personas circunstantes, dando a través de esa frase la nebulosa impresión de ser ciudadanos neutrales preocupados por su integridad. Los discursos del miedo, la desconfianza y la apelación morbosa, amplificada, a la violencia, son compatibles con una ideología de la seguridad, el sectarismo y la segregación que, apareciendo como denunciada, es en realidad vindicada. Las reacciones temerosas del ciudadano común amenazado son el caldo de cultivo más propicio para la imposición de mentalidades represivas.
Los consejeros, que supuestamente son, ellos mismos, miembros de la “autodenominada” Asamblea de Filosofía (es de interés aclarar que la inmensa mayoría de las organizaciones políticas son autodenominadas) sostienen que ésta convocó a una reunión en “pleno” receso de verano, supuestamente un domingo de noche (convocatoria que, según hay que aclarar, es resuelta colectivamente) y, expresándose en potencial, sostienen que en esa reunión se “habría” adoptado la decisión de desvincularse del espacio llamado Deconstrucción Asamblearia. Esta afirmación es extraña, en virtud de que el consejero Francisco Casadei concurrió a la citada reunión, expresando allí su opinión, curiosamente favorable a la dicha desvinculación. Asimismo, faltan a la verdad cuando dicen que se les impidió usar los medios de difusión de la Asamblea, y se refieren, confusamente, a la situación de haber “creado” ellos mismos algunos de esos medios.
A continuación mencionan que “una decena” de estudiantes fueron virtualmente expulsados de la Asamblea, sin consignar sus nombres ni las circunstancias en que esto pudiese haber ocurrido. Es una forma inicua de ver la política el ignorar las importantes relaciones del ejercicio del poder en el nivel más amplio con el que se observa en las instituciones y espacios puntuales. También lo es reducirla a las circunstancias de la psicología individual. Los eventuales decaimientos en el vigor de la militancia asamblearia se explican, a nuestro entender, por el cambio de paradigma en las prácticas políticas a nivel nacional, que transitaron desde la exaltación del autogobierno en la época de la crisis de 2001, hasta el regreso de la confianza en las instituciones de la democracia liberal y la representatividad. A un nivel restringido, la gestión de la Facultad, preocupada por la preservación de las instituciones de administración, no se aviene con las premisas de la participación asamblearia e igualitaria, y ejerce para su eliminación todo tipo de prácticas corporativas y de criminalización del reclamo.
Los consejeros dicen que las diferencias entre militantes de la Asambleafueron “silenciadas” cuando es el caso de que siempre se les ha dado la oportunidad de hablar claro. Incluso se los ha instado a que lo hagan, negándose ellos sistemáticamente. Por otro lado, aunque manifiestan no abjurar de los principios asamblearios, parecen hacerlo efectivamente cuando se autodefinen como consejeros sin mención de la Asamblea por la que han sido mandatados. Asimismo, subvierten sus convicciones cuando amenazan con recurrir a leyes punitivas contra las que se pronunciaron en instancias anteriores de su militancia, como la Ordenanza 822. La existencia de esta ordenanza es un claro ejemplo de criminalización y persecución que fue aplicado para disuadir a estudiantes, graduados y docentes de Humanidades en ocasión de las protestas sobre la transparencia de los concursos de la carrera de geografía (Léase Documento por la derogación del régimen disciplinario estudiantil)
Hay que destacar que los militantes de la Asamblea de Filosofía no tuvieron nunca la intención de publicitar las diferencias internas que la afectaban, no obstante la actitud de los consejeros y otros militantes a los que ya nos hemos referido, que reproduciendo procedimientos de la gestión, apelaron a la denuncia, la delación pública y las charlas ocultas y a puertas cerradas, han ocasionado que la Asamblea no pueda guardar silencio ante la serie de difamaciones y acusaciones recibidas. Lamentamos que la deriva política transforme a compañeros en partisanos que engrosan las filas adversas, sin eximirlos de su culpa política. Hay militantes que se dicen compañeros, pero anteponen su carrera académica y sus posiciones de poder a las responsabilidades colectivas y la trayectoria política, publicitan las disensiones internas favoreciendo los intereses de la gestión de desarticular la Asamblea, amenazan con las armas de la burguesía, y bregan por el trato represivo y punitivo hacia las manifestaciones colectivas y los espacios públicos de participación y opinión.-
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