SIERVAS DE LA CÁTEDRA
Otro episodio de feudalismo académico
o “lealtad es obedecer”
Documento de la Asamblea de Filosofía de Mar del Plata en solidaridad con las compañeras adscriptas a la cátedra Introducción a la Sociología, recientemente expulsadas de la misma.
adscripción (Del lat. adscriptĭo, -ōnis.) f. Acción y efecto de adscribir. 2. Der. Destino de un clérigo a un cargo que su superior determina. (…)
-Historia. La vinculación de un hombre y de sus descendientes a un determinado cargo, oficio o predio apareció en el imperio romano a finales del s. III o principios del s. IV. Durante la Edad Media la adscripción de los campesinos a la tierra que cultivaban fue un hecho frecuente en todos los países europeos, en alguno de los cuales pervivió hasta muy avanzada la Edad Moderna; a este fenómeno no sólo contribuyó la tradición romana, sino también las especiales condiciones de inseguridad de los primeros siglos medievales. Pudieron estar adscritos a la tierra tanto hombres de condición jurídica servil (siervos de la gleba) como hombres semilibres (payeses de remensa, solariegos, collazos, etc.).
Hace pocos días circuló un mail entre estudiantes y docentes de Sociología, en el cual una compañera de dicha carrera y adscripta a la cátedra Introducción a la Sociología decía, en un mail de circulación privada, cosas como: “a este petizo [aparentemente se referiría al Coordinador del Departamento, Enrique “Quique” Romanín] hay que romperle la cara, demagogo le queda chico!!!”. Citamos esta frase porque es la que más ha afectado a la docente titular de la cátedra, Mag. Silvana Lado, tal cual se evidencia en un mail, esta vez de su autoría, difundido por el Departamento de Sociología por pedido de dicha profesora. Califica, el “romperle la cara” a alguien, como una “solución terrible, horrenda, propia de vándalos o de mafias y que nada tiene que ver con hacer política”. Un poco más adelante agrega, “atónita”: “no pienso quedarme callada y de brazos cruzados ante el atropello. Creo ante todo en las lealtades, las solidaridades dentro de los grupos, soy antigua”. Pero, ¿atropello de quién y hacia quién? ¿A qué lealtades hace referencia la profesora Lado? ¿Qué debemos entender por “lealtad”? Antes de detenernos en los meandros de este abstruso concepto, veamos qué fue lo que pasó en estos días en Sociología.
Como dijimos, la piedra del escándalo fue el mail de una adscripta de la cátedra Introducción a la Sociología, cuya titular es la Mag. Silvana Lado, y cuyo profesor adjunto es el Coordinador de la carrera, “Quique” Romanín. En principio, la supuesta autora del mail afirma y recontra-afirma que nunca escribió ese mail, lo cual denota un hecho gravísimo, puesto que, de ser cierto, significaría que hay grupos en nuestra Facultad que operan jaqueando cuentas de correo, truchando mails, etc. Es decir, actuando como servicios de inteligencia entre lxs estudiantes. No obstante, en este documento haremos como si el mail en efecto lo hubiera escrito la compañera, no porque no le creamos –de hecho, no tenemos por qué no creerle–, sino porque aunque lo hubiera escrito, de ello no se sigue la expulsión de nadie de ningún lado.
En segundo lugar, el mail era de circulación privada, como una carta de amor, pongamos por caso. Alguien –evidentemente infiltrado en el grupo de destinatarixs; evidentemente interesadx en perjudicar a la estudiante y al espacio político en el que ella participa, a saber, la Asamblea de Sociología– difundió el mail; alguien lo hizo público. Imaginemos que Pulti, el Intendente de Mar del Plata, se ocupara de revisar cada uno de los mails o de las cartas que enviaran lxs empleadxs de la Municipalidad para, en caso de encontrar en ellos una opinión agresiva, descalificante o simplemente contraria a la suya, procediera a la expulsión de su autor o autora del cargo público hasta entonces ocupado aduciendo, como prueba, la correspondencia violada y públicamente exhibida. ¿No estaríamos frente a un caso de absolutismo político liso y llano? ¿No sería persecución ideológica de la peor calaña, queremos decir, de la calaña más rancia y “antigua”, la más retrógrada? Cuando un Departamento de una unidad académica difunde mails privados de una estudiante sin la autorización expresa de la misma, se comporta como una institución absolutista, totalitaria, incapaz de distinguir lo público de lo privado. No es que queramos aprovechar este documento para reivindicar una distinción claramente liberal, sino, todo lo contrario, creemos que la mejor forma de superar dicha dicotomía no consiste precisamente en retroceder a una instancia pre-liberal, “antigua” o, más exactamente, medieval.
Probablemente el/la lector/a de este documento, desconocedor/a de los hechos acontecidos en Sociología en los últimos días, no entienda las razones de Silvana Lado para tomar partido tan drásticamente por Romanín y en contra, tan duramente, de las estudiantes involucradas por el mail mencionado (la segunda estudiante alejada de la cátedra, “fue culpable” de intentar apoyar a la supuesta autora del correo electrónico). Y es aquí donde es necesario introducir un mínimo análisis del concepto de “lealtad”, palabra predilecta de la profesora Lado, que no ha cesado de repetirla últimamente. Queremos vincular este concepto con el de “adscripción”, puesto que lo aberrante de esta situación es, en definitiva, la expulsión de facto de dos estudiantes de su cargo como adscriptas en una cátedra de la Facultad por haber sido asociadas a opiniones contrarias a las de la cúpula de dicha cátedra y de la carrera en la que cursa.
En nuestra Facultad de Humanidades, un/a adscriptx es aquel/la estudiante o graduadx que solicita su incorporación a una cátedra para desarrollar allí tareas docentes y/o de investigación. Generalmente este es el primer paso de una carrera académica. Allí unx empieza a familiarizarse con la actividad docente –bajo supervisión de la cátedra– y desarrolla los temas que le interesa especialmente investigar (de ahí que se elija esta o aquella materia determinada). El cargo no es rentado pero exige una designación por parte del mismísimo Consejo Académico, previo aval del Consejo Departamental de la carrera y, he aquí el punto, del/la docente titular de la asignatura. Dichx docente se compromete a supervisar las tareas del/la estudiante o del/la graduadx y a ofrecerle a éste o a ésta toda la ayuda necesaria para poder desarrollarlas. El compromiso del/la adscriptx es, por tanto, como todx funcionarix públicx, exclusivamente con la institución. El/la docente titular es sólo el jefe o la jefa circunstancial. Ahora bien, ¿qué tiene que ver la lealtad con todo esto?
Pues bien, lo que sucede es que las adscripciones son condición necesaria de la carrera académica. Si alguien quisiera acceder alguna vez a algún cargo (esta vez rentado) de ayudante (el nivel más bajo dentro de la pirámide-cátedra) o, por ejemplo, llegar a ser becarix de investigación, debe saber que las adscripciones son su primer escalón en la carrera. Gracias a ella unx adquiere curriculum y puede disputar cargos en el futuro. Si un/a docente le niega el acceso a alguien a su cátedra en calidad de adscriptx, entonces no sólo le impide a ese alguien “hacer carrera” sino, lo que es peor, le niega la posibilidad de conseguir en el futuro un trabajo acorde a su profesión. Lo más dramático de todo esto es que la negación del acceso de una persona a una cátedra está por lo general acompañada del ingreso de estudiantes y graduadxs “favoritxs” a los ojos del/la omnisciente titular. Las adscripciones, al ser el primer paso de una carrera académica, suelen ser a la vez el círculo más amplio de la esfera clientelar de las camarillas docentes.
La enérgica respuesta de Silvana Lado en apoyo de Romanín puede ser leída, entonces, como una acción típica del feudalismo académico, (1) la cual incluye dos movimientos: 1) el respaldo de la titular a un miembro encumbrado de la cátedra (nada menos que el Adjunto, nada menos que el Coordinador de la carrera); 2) el castigo ejemplar por parte de la cúpula de la cátedra a parte de lxs miembros menos favorecidos de la misma, a quienes se acusa de violar un pacto fundamental: el de la lealtad del subordinado hacia su superior, del aprendiz hacia el experto, del súbdito al soberano, del siervo hacia su señor.
Por eso hablamos de “feudalismo académico”: porque nos encontramos con formas medievales de organización social en las cuales se tejen relaciones de servidumbre –“adscripciones” en sentido amplio–, donde hay “señores” que, a cambio de “protección” (léase: “un mínimo futuro académico”), ejercen un dominio prácticamente absoluto en el territorio-cátedra que administran. La docente Lado llegó a decir, expresamente: “No se muerde la mano del que te da de comer”. Refrán trillado si los hay, pero que da cuenta de la moral del amo con toda claridad. Bastan unas simples preguntas como objeción al mandato: ¿Y si quien nos da de comer es a la vez quien nos oprime? ¿No es por lo general así, que quienes nos oprimen son a la vez lxs que nos dan (poco o nada, por cierto) de comer? ¿Sino cuál sería el sentido de obedecerle? Es apropiado en este contexto decir que los campesinos y las campesinas que trabajan la tierra del señor feudal bajo su señorío eran denominadxs, en infaltable latín, “glebae adscripti”, “siervos de la gleba”, de la tierra. Ser “adscripto/a” es, para los señores, ser “siervo/a”, siervo/a de la cátedra, casi esclavo/a. La alternativa de hierro, en este contexto, es, como dijera Hegel, la servidumbre o la muerte.
Quizás lo más triste de todo esto es que este escándalo haya logrado desviarnos del eje político actual de la carrera de Sociología. Porque el mail de la discordia era una contestación a un informe que la Asamblea de Sociología había elaborado a propósito de la reunión del Consejo Departamental de dicha carrera. En dicha oportunidad, el Coordinador Romanín, a tono con las repentinas directivas de la gestión de la Facultad, había resuelto, por obra y gracia de su voluntad soberana, no efectivizar –al menos no en el 2010– los registros de antecedentes (2) de ayudantes previstos para el cuarto año de la carrera. Este es el verdadero motivo de la discordia, del cual ya nadie habla pero que permite entender qué es lo que agita tanto los ánimos. Hay quienes defienden –defendemos– la creación de nuevos cargos docentes y la apertura de instancias transparentes de evaluación académica para cubrirlos, y hay quienes esto ya no les importa tanto, aún cuando su participación en la carrera se haya debido pura y exclusivamente a eso, a la lucha de lxs estudiantes organizadxs en asambleas que nunca dejaron de repudiar las designaciones “a dedo”, los favoritismos, y el autoritarismo imperante.
Vaya nuestra solidaridad, pues, con las compañeras de Sociología, para que se sientan, en la medida de lo posible, un poco menos solas en esta traumática situación. Sabemos lo que significa la persecución ideológica, porque no hace tanto tuvimos que padecerla nosotrxs mismxs y aún hoy seguimos sufriéndola de diversos modos. Sabemos, también, lo que es no contar con el imprescindible apoyo del Centro de Estudiantes cuando las papas queman (¡la “UNIDAD” osan llamarse!). No dejamos de advertir, “atónitos”, la participación indispensable en toda esta operación política de una agrupación como CAUCES, fiel exponente del servilismo académico, y que no ha dejado de sacar tajada tras tajada de esta situación.
Decimos: ¡No a la persecución ideológica en Sociología! ¡Sustanciación inmediata de todos los registros de antecedentes!
Cuanta falta de MEMORIA. No recuerdo cual es la palabra que se emplea cuando uno provoca lo que padece, y viceversa. Basta de reduccionismos, vayan a laburar.
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